“Yo vivo en una época pródiga en ejemplos
increíbles de crueldad
ocasionados por la licencia de nuestras guerras
intestinas;
ningún horror se ve en los historiadores antiguos
semejante a los
que todos los días presenciamos,
a pesar de lo cual no he logrado
familiarizarme con tan atroces espectáculos.”
(Michel de Montaigne)
Inicio esta entrada con una cita de Michel
de Montaigne pues, incluso hoy a cuatrocientos años de distancia, es posible
seguir encontrando crueldad en este mundo tan horrendo que habitamos.
Son pocas las veces que me lleno tanto de
rabia, pocas cosas me deprimen al grado de las lágrimas. No soy padre y por lo
tanto estoy seguro de no tener ni la más remota idea de lo que debe ser perder
a un hijo y mucho menos sabiendo que lo mataron a golpes un grupo de ¿Niños? sólo
porque les pareció divertido. Leo y releo la nota esperando que sea una broma,
que el encabezado cambie, que sea un muy mal sueño, pero no, lo que le sucedió
a Miguel Ángel ya ha sucedido antes y con un terrible nudo en la garganta me
atrevo a afirmar que no será la última vez que ocurra.
No puedo imaginar a un
niño diciendo: "Me voy a morir abuelita, me voy a morir, porque me pegaron
bien feo las niñas” ¿Qué pudo haber hecho un niño de once años para ganarse ese
nivel de odio, para merecer tan cruel golpiza? Me enseñaron a amar a mis semejantes,
pero esos no pueden ser mis semejantes, me niego rotundamente a aceptarlos como
mis semejantes. No encuentro castigo que sea suficiente para resarcir el daño
hecho a los familiares de Miguel Ángel, no existe castigo alguno que reponga
una vida.
Hemos renunciado, como especie, a las enseñanzas de los antiguos en
pos de una sociedad más humana, ¿Cuántos delincuentes se libran de su castigo
gracias a los Derechos Humanos? ¿De esta cruel golpiza cual es la parte “humana”
que merece derechos? ¿Las patadas de sus compañeras, la estrangulación de su
compañero?
Dentro de mi rabia viene a mi mente una sola frase y se derrama
sobre mis mejillas con un violento llanto: “Ojo por ojo, diente por diente” lex talionis no hay que ser un genio para aceptar que no
hay mayor grado de justicia que la retribución del daño de manera igual. Gandhi
aseguraba que “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.” A lo cual respondo: se quedarán ciegos sólo los que hayan dejado ciego a alguien más. Por lo que sé, Miguel Ángel no había dejado ciego a nadie.

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