viernes, 29 de abril de 2016

Lex talionis

“Yo vivo en una época pródiga en ejemplos increíbles de crueldad
ocasionados por la licencia de nuestras guerras intestinas;
ningún horror se ve en los historiadores antiguos
semejante a los que todos los días presenciamos,
a pesar de lo cual no he logrado
familiarizarme con tan atroces espectáculos.”
(Michel de Montaigne) 



Inicio esta entrada con una cita de Michel de Montaigne pues, incluso hoy a cuatrocientos años de distancia, es posible seguir encontrando crueldad en este mundo tan horrendo que habitamos. 

Son pocas las veces que me lleno tanto de rabia, pocas cosas me deprimen al grado de las lágrimas. No soy padre y por lo tanto estoy seguro de no tener ni la más remota idea de lo que debe ser perder a un hijo y mucho menos sabiendo que lo mataron a golpes un grupo de ¿Niños? sólo porque les pareció divertido. Leo y releo la nota esperando que sea una broma, que el encabezado cambie, que sea un muy mal sueño, pero no, lo que le sucedió a Miguel Ángel ya ha sucedido antes y con un terrible nudo en la garganta me atrevo a afirmar que no será la última vez que ocurra.

No puedo imaginar a un niño diciendo: "Me voy a morir abuelita, me voy a morir, porque me pegaron bien feo las niñas” ¿Qué pudo haber hecho un niño de once años para ganarse ese nivel de odio, para merecer tan cruel golpiza? Me enseñaron a amar a mis semejantes, pero esos no pueden ser mis semejantes, me niego rotundamente a aceptarlos como mis semejantes. No encuentro castigo que sea suficiente para resarcir el daño hecho a los familiares de Miguel Ángel, no existe castigo alguno que reponga una vida.

Hemos renunciado, como especie, a las enseñanzas de los antiguos en pos de una sociedad más humana, ¿Cuántos delincuentes se libran de su castigo gracias a los Derechos Humanos? ¿De esta cruel golpiza cual es la parte “humana” que merece derechos? ¿Las patadas de sus compañeras, la estrangulación de su compañero?

Dentro de mi rabia viene a mi mente una sola frase y se derrama sobre mis mejillas con un violento llanto: “Ojo por ojo, diente por diente” lex talionis  no hay que ser un genio para aceptar que no hay mayor grado de justicia que la retribución del daño de manera igual. Gandhi aseguraba que Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.” A lo cual respondo: se quedarán ciegos sólo los que hayan dejado ciego a alguien más. Por lo que sé, Miguel Ángel no había dejado ciego a nadie. 






sábado, 2 de abril de 2016

Antes debo limpiar mi cuarto...

A
Mariano José de Larra,
Jorge Ibargüengoitia
y Germán Dehesa



Algún problema tenemos los humanos con el deber, siempre buscamos algo que nos desvíe de una obligación para postergar lo inevitable y terminar sufriendo por algo que, en la mayoría de los casos, es de fácil solución; nos gusta hacernos los mártires. “Trabajo mejor bajo presión”, “Todavía tengo tiempo”, “Sale en dos patadas” y otro sin fin de frases hemos creado para justificar dicha postergación e incluso llegamos al extremo de armar rituales un tanto ridículos para antes de empezar la obligación en cuestión. Uno de esos rituales es al que acude un servidor y es el de no empezar a hacer la tarea hasta “escombrar” mi tan amado cuarto. Y es que estará usted de acuerdo conmigo, querido lector, que no es fácil concentrarse si el lugar de trabajo no se encuentra en armonía y no está cada cosa en su lugar.

Por lo tanto, doy inicio a mi ritual escombratorio y comienzo con la cama, estirando cada uno de los bordes de la sábana hasta que esté casi a punto de romperse para que no se hagan arrugas a la hora de poner las cobijas; una vez acomodada la almohada prosigo con la colección de juguetes que (pobrecitos) ya empiezan a acumular algo de polvo, entonces una voz en mi interior comienza a preguntar:

- ¿De verdad el Darth Vader que estás limpiando tiene algo que ver con tu tarea?
- Por supuesto que sí – le respondo.

La biblioteca personal no ha corrido con mejor suerte, en sus lomos comienzan a vislumbrarse diminutas partículas de polvo y es más que razonable que a un estudiante de letras este tipo de cuestiones le resulten en problemas para no menos que quitar el sueño, para ahorrar tiempo paso el plumero por encima del librero, pero para mi sorpresa esto no basta, entonces saco cada uno de mis libros y comienzo a pulirlos hasta que quedan como sacados de librería. De uno en uno me voy encontrando con separadores de lecturas que he dejado inconclusas o con mis libros favoritos, “¿Cuál era el cuento que me gustaba del Decamerón?”, “¡Me encanta esta parte del Pedro Páramo!”, “No me acordaba de esta parte de La vida es sueño” “¡Aquí el Quijote es graciosísimo!” y de esta manera reviso gran parte de mi biblioteca hasta que la voz que habita dentro de mí me vuelve a cuestionar:

- ¿Estás seguro de que leer ese cuento del Decamerón tiene algo que ver con tu trabajo final de Filología?
- Claro – le respondo, - se llama literatura comparada.

En la fase final del ritual me encuentro contra el escritorio, cabe aclarar que para este punto han pasado ya bastantes horas, por lo cual el “escombrar” el escritorio se resume en pasar todo lo que estorbe a la cama que es donde ahora hay espacio libre.

Una vez dispuesto a comenzar el deber, la voz interior vuelve a aparecer y cuestiona en esta ocasión: 

- ¿Estás seguro de que te vas a desvelar haciendo tarea? Eso puede ser muy malo para la salud.
-Tienes razón - le respondo y me voy a la cama porque ¿Quién podría concentrarse con el cerebro a medio dormir?
Todo lo que acabo de relatar en este artículo, amigo lector, tiene un nombre y aunque seguramente se esté imaginando que dicho nombre guarda estrecha relación con un blanco producto de gallina, lamento decir que no llega a tanto. El nombre que recibe esta postergación de los deberes es procrastinar y resulta una costumbre más mala que pecar en Viernes Santo. No sólo afecta a las obligaciones del individuo en cuestión, sino que acarrea muchos más problemas entre los que destacan los que enumeraré a continuación:

* Acumulación de estrés por andar dejando todo para después
*Quedar mal con conocidos y amigos

Y las demás… las pondré después, porque antes tengo que escombrar mi cuarto. 


(18-3-2016)